En Ecuador hasta hace unos meses tan solo el 8% de las empresas gestionaban su cultura laboral, a pesar de estar conscientes de que es la base para desarrollar una gran marca empleadora, en esta estadística tenemos la primera explicación del número limitado de marcas fuertes en el país.  

La segunda estadística que Prestro ha obtenido luego de realizar diagnósticos de cultura es que, el 90% de las empresas ecuatorianas define a su cultura como una cultura de mercado, es decir, que su orientación está dada hacia los resultados, con líderes exigentes de números y posicionamiento en su segmento, y siempre desde los indicadores de ganancia y rentabilidad. La segunda cultura definida es la jerarquizada que demanda procesos, normas estrictas a ser cumplidas con un líder que busca tener el control.

En este escenario ya conocido entra el covid-19 que determina la pandemia mundial y “patea el tablero” del plan estratégico de las empresas ecuatorianas cuando ya tenían todas las fichas acomodadas para la jugada 2020. Cambian las reglas y la exigencia se centra en dos temas claves; la primera distanciamiento social y la segunda tecnología para poder comunicarnos. 

La cultura sabemos se forma de principios, valores, aprendizajes a lo largo de la vida institucional de una empresa y permea mediante el comportamiento del líder, que es el transmisor oral de la cultura, creando procesos, formas de proceder y actuar frente a clientes, proveedores y más grupos de interés; varias metodologías explican cómo definir la cultura actual y cómo la cultura que la empresa necesita que se llamada requerida. Así que la Cultura forzadamente requerida hoy por las empresas es la de innovación, de nuevas formas de hacer las cosas, con flexibilidad de horarios, con líderes inspiradores, que desarrollen el compromiso, empresas preocupadas por las personas y sus necesidades, todo basado en la confianza.

Y aquí nos encontramos ahora, en una cultura (mercado-jerarquizada) y necesitando de otra, por ello la dificultad que atraviesan nuestras organizaciones.

Cada empresa ha tomado decisiones validadas apoyadas en la ley, como reducción de horarios, licencias sin sueldos, toma de vacaciones obligatorias y más, sin dudar son válidas, pero nuevamente el enfoque fue de resultados, un enfoque numérico y de indicadores de rentabilidad. Por otro lado, las organizaciones que decidieron perder dinero a cambio de brindar estabilidad a las personas están sembrando compromiso, credibilidad en las marcas, las que decidieron pagar salarios a tiempo, incrementar beneficios y ven a estas acciones como una inversión serán las que cosechen lo más preciado: una marca empleadora fuerte y sostenible que apoye a mantener la productividad y reinventarse luego de la crisis.